Tomás Alonso es un campesino que vive en la inmensa soledad de un valle hundido en mitad de estepas y páramos. Es un hombre digno y sereno, a la manera de un árbol solitario. Sólo a veces, sólo ciertas tardes, Tomás toca el violín.
La historia se da inicio el día de lluvia en el que el violinista entierra a su mujer en compañía de su hijo Santiago, de doce años. De vuelta a la casa, Tomás y Santiago buscan la única fotografía de su esposa, un retrato realizado en su juventud, donde posa cándidamente en las orillas soleadas del mar. Esa noche, frente al fuego de la cocina, después de un diálogo desgarrador, el padre y el hijo se juran valentía, como dos soldados arcaicos que emprenden una batalla contra la soledad.
Obsesionado con la fotografía de su madre en el mar, Santiago le pide a Tomás que hable de ese lugar, que le diga si hay bueyes o no en los mares. El violinista, que nunca ha estado fuera de las montañas, le inventa el mar que imagina, un lugar imposible, ingenuo y magnífico. Así, Tomás Alonso y Santiago comienzan a crear un mundo a la medida de ellos mimos, y día a día van edificando una suerte de mitología, de instantes, de lugares: hablar del mar cada madrugada mientras aran; cortar el trigo y tomar café las tardes de lluvia; inventarse una valentía sin ejércitos ni enemigos, preguntarse cómo serán los bueyes en el mar.
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