Si la biología deviene un factor de destino, como muchos afirmarían, ¿dónde queda Lila (Arquette) respecto a ello? Afectada desde la pubertad por un desorden hormonal que provoca la copiosa crecida de pelo por todo su cuerpo, Lila alcanza la edad adulta con escasas expectativas de felicidad. Lanzada a opciones profesionales desalentadoras, y convencida de que nunca hallará un hombre que la ame, Lila empieza a considerar la posibilidad de suicidarse. Sin embargo, la mirada de un pequeño ratón con el que se cruza, provoca en ella toda una revelación: debe aceptar su naturaleza hirsuta -de hecho, incluso hacerla suya como lo más natural- y adentrarse en la naturaleza virgen. Empieza a escribir acerca de su experiencia en la naturaleza y se convierte en una escritora de best sellers cuyas apasionadas palabras se dirigen a las masas víctimas de los implacables estándares de belleza y cuidado personal.
Sin embargo, ese idilio no puede durar siempre. La naturaleza y los humanos, por lo demás, poseen su extremo sexual, y Lila acaba por no poder negar el suyo. Regresa a la civilización en busca de un compañero. Renunciando a ciertos compromisos, empieza a visitar a una terapeuta llamada Louise (Rosie Pérez), quien se convierte en una suerte de confidente. Cierto día, Louise le participa que tiene el tipo perfecto para Lila: Nathan (Tim Robbins), un brillante investigador de la conducta absolutamente inexperto en temas amorosos.
Igual que Lila, Nathan es un estudioso de la naturaleza, pero su centro de atención está en el control de los impulsos más primarios de las especies sometidas a estudio. Su propia conducta exquisita es el resultado de una ejercitación incesante desde la infancia inducida por su agresivamente refinada madre (Mary Kay Place) y por su padre (Robert Forster), cuyo elegante aspecto remite a los asistentes a las carreras de Ascot, unos padres adoptivos que creen que aquello que separa a los humanos de los animales es la civilización. La obsesión de éstos deviene la labor de su vida. En su calidad de científico, Nathan está convencido de la tesis según la cual el comportamiento civilizado y el adecuado refinamiento son las puertas que conducen hacia la paz en el globo. Su último proyecto está consistiendo en la enseñanza de las buenas maneras en la mesa a los ratones, de tal modo que intenta que éstos coman usando vajilla de plata, aplicando para ello el electroshock.
Hambrientos de amor y compañía, Lila y Nathan vierten en la relación lo mejor de ellos. El suyo deviene un cortejo rápido y ardiente, y pronto acaban viviendo juntos. Sin embargo, Lila sigue depilándose en secreto, y Nathan no le hace mención alguna de las disimuladas insinuaciones románticas que le despliega Gabrielle (Otto), su atractiva ayudante francesa.
Cierto día, durante una incursión por los bosques, Lila y Nathan se cruzan con un hombre salvaje (Ifans), y lo capturan. Pese al recelo de Lila, que siente una instantánea identificación con la naturaleza animal del sujeto, transportan al hombre al laboratorio de Nathan, donde resulta instalado en una celda de plástico y bautizado como Puff.
Habiéndose criado como un simio por parte de un padre demente obsesionado con los primates, Puff no muestra el menor trazo de haber mantenido algún contacto con la civilización. Y Nathan se dispone a cambiar todo eso, instruyendo al sujeto no sólo en lo referente al correcto lenguaje, sino también en todo lo concerniente al refinamiento de la civilización occidental, desde la poesía, pasando por la opera y Moby Dick, el musical, y el foie gras, hasta el batín de estar por casa.
Por supuesto, está la adorable Gabrielle ayudando a Nathan en su labor. A éste le está resultando cada vez más difícil resistirse a la típicamente sugerente feminidad gala de aquélla. Cuando un horrorizado Nathan descubre finalmente el secreto piloso de Lila, Gabrielle está allí esperando: Los investigadores consuman su pasión en el laboratorio de Nathan mientras Puff observa con mucho más que una curiosidad pasajera. Habiendo efectuado rápidos progresos en más de un campo, Puff evidencia gran prestancia gracias a las lecciones recibidas y pronto empieza a hablar un inglés propio de la Reina, aunque con un ligero matiz norteamericano.
Mientras tanto, la destrozada Lila opta por efectuar un drástico cambio de imagen propio de la clase media en su desesperado intento por conservar a un cada vez más distante Nathan, quien secretamente continúa manteniendo relaciones con Gabrielle; sin embargo, cuando ésta le fuerza a tomar una decisión, Nathan no puede olvidar su primer amor. Lila, ignorando todavía el affaire -que se ha interrumpido por lo demás-de su hombre con la francesa, se ofrece ansiosa para ayudar a Nathan en su trabajo de laboratorio ocupando la plaza que Grabrielle ha abandonado. La que una vez fue una convencida naturalista, reniega de sus principios para apoyar al científico en el cometido de hacer desparecer todo vestigio silvestre en Puff.
Finalmente, Puff está preparado para afrontar el ancho mundo, significándole también la oportunidad para asegurarse subrepticiamente el logro de algo que ha estado anhelando desde el principio: practicar el sexo. También Nathan está oyendo el canto de la sirena, pero no es por Lila. En esta ocasión, sin embargo, no tiene tanta suerte intentando mantener su relación con Gabrielle en secreto. Lila, furiosa, se deshace de su peluca y zapatos de tacón, así como de Nathan, de un solo golpe.
En el circuito de conferencias, Puff es objeto de un éxito atronador, exhibido con gran alarde por Nathan y Gabrielle como un sujeto altamente cultivado. Los días del salvaje reeducado se llenan de demostraciones de tango y discursos elocuentes, pero sus noches las presiden las prostitutas y el alcohol.
Ignorándolo Puff, Lila alberga otros planes para él. Ayudada por la incondicional Louise, ejecuta una rápida escaramuza en el laboratorio de Nathan y lo rapta. Haciéndolo desaparecer nuevamente en el bosque, Lila se promete reeducarlo en los procederes de la vida silvestre. Sin embargo, Nathan, sintiendo renacida su pasión por Lila, no puede olvidarse de la pareja fugitiva. De igual modo que el cuervo en el bosque, no va a tardar en intentar darles caza.
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